Por la noche, durante el sueño, la red de la vitalidad y la conciencia individual se repliega. Entonces es el momento de reparar las fuerzas y recuperar las energías. Y para ello hay que depositar la red enmarañada, rasgada y manchada por las actividades del día en manos del Regenerador Supremo.
En el curso de las horas en que poniendo fin a las actividades cotidianas, dejamos la propia existencia al cuidado de la Vida Universal, formamos uno con los árboles y las plantas. Toda distinción entre la naturaleza y el hombre se desvanece; la persona parece dejar de existir y puede disfrutar el bienestar que llena el universo.
Al despertar uno intuye que, lejos de haberse perdido en alguna ignota nada, el ser entero ha gozado, durante ese período de aparente inercia e inconciencia, de un completo sosiego que, en sí mismo, es plenitud.
En eso estriba el reposo original de la naturaleza, tal como se nos revela en la calma tranquila de las praderas y los campos, o en el silencio de los altos árboles.
Si por la noche nos abandonamos de ese modo a la madre naturaleza, por la mañana nos sentiremos mucho mejor dispuestos para afrontar las nuevas responsabilidades. De ese modo, el individuo puede abrirse cada día un poco más a los diversos aspectos de su universo cotidiano y descubrir, en ese momento, la dicha de existir.
Rabindranath Tagore
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